Suor M. Maddalena Moccia

Sierva de Dios
HERMANA M. MAGDALENA MOCCIA, O. SS. S.
Nace en Nápoles el día 1 de agosto de 1898, transcurre su infancia en una familia bien situada económicamente, pero que, desgraciadamente, se ocupaba poco de la formación religiosa de las hijas. En 1913 la llevaron al colegio de las hermanas Ursulinas de Roma en la via Nomentana: aquí profundizó su experiencia de fe hasta la maduración de su vocación religiosa. Es muy significativo lo que escribe en noviembre de 1915, después de los Ejercicios Espirituales que hizo con las hermanas Ursulinas de Roma. “Antes de entrar en esta santa casa de Dios y de estar en compañía de estas santas, generosas esposas de Cristo, no había imaginado nunca lo que podía ser y significar un retiro, ahora! Por dos veces he experimentado lo que podía ser un retiro, que delicia, que gozo! Jamás en el mundo había sentido o conocido a mi querido Jesús como ahora las hermanas Ursulinas me han ayudado a conocerlo. Nunca lo había adorado y amado como ahora espontáneamente hago. Sin tener necesidad de ser estimulada, oigo a menudo su voz, y Él no tarda en adueñarse a través de su gracia, de mi alma”. Entró en la Comunidad brigidina de via delle Isole 34 en Roma, hacia la cual sentía una grande atracción, aquí la acogieron como postulante el 29 de diciembre de 1920: tomó el nombre de Hermana M. Magdalena de Jesús Crucificado. El 23 de julio de 1921 vistió el hábito religioso, pero ya en septiembre de ese mismo año se hicieron presentes los primeros síntomas de la enfermedad que la habría llevado a la muerte: tuberculosis pulmonar! El 20 de febrero de 1922 emitió sus votos perpetuos, después de solo siete meses de noviciado y el 20 de abril de 1922 expiraba en Roma con fama de santidad. Había dicho a la Beata Madre Isabel: “Yo seré vuestro Ángel en el Cielo”.

Oración para la beatificación de la sierva de Dios Hermana M. Magdalena Moccia, O. SS. S. 1898 – 1922

Padre Santo,
que has marcado con el sufrimiento
la joven vida de tu Sierva María Magdalena
y la has unido intimamente a tu corazón
en la silenciosa adoración del Pan del Cielo;
concedenos venerar su memoria,
imitar sus ejemplos
y gozar de su intercesión.
Gloria al Padre ... 3 veces.

Para las gracias recibidas:
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