La Storia

La Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida inició el 8 de septiembre de 1911 y fue aprobada por la Santa Sede de manera definitiva el 2 de diciembre 1940Las comunidades de las Hermanas Brigidinas se renuevan en la continua oración siguiendo el ejemplo de la Santa Madre Isabel, ella en su plenitud de mujer con grandiosos talentos y dones de gracia, oraba: “Oh Dios, Luz amable guíame”…

El nacimiento, la estabilidad y la prosperidad de esta familia religiosa están íntimamente ligadas a la fundadora, la Santa Madre Isabel Hesselblad, artífice del renacimiento de la identidad espiritual del antiguo Orden, beatificada el 9 de abril del 2000 por el Santo Papa Juan Pablo II.

María Isabel Hesselblad, luterana sueca, convertida a la fe católica, con el propósito de restablecer la antigua Orden, en la primera década de 1900, visitó casi todos los monasterios brigidinos que existían en aquel entonces con el anhelo - que sentía como un mandato – de dar nueva vida al carisma brigidino volviendo a los orígenes adaptado a los tiempos nuevos.

Efectivamente enfrentó grandes fatigas y momentos de prueba en un momento histórico de renacimiento para la Iglesia, sobre todo en el ámbito de la vida consagrada. Su misión se resume siempre en una inmensa fe y en la oración: “Mi Dios, te doy gracias, porque me has concedido el ansia de la búsqueda. Esta búsqueda de la voluntad de Dios ha sido el hilo conductor de su vida y su actividad, iluminada por la Gracia, hizo resurgir la nueva Orden que ha mantenido desde el inicio la fidelidad a la rica y consolidada tradición brigidina.

La casa Madre de la Orden en Plaza Farnese, antigua y medieval habitación de Santa Brígida en Roma aún hoy es el corazón de la actividad y de la formación de las Hermanas. ¡Fue recuperada por la Santa Madre Isabel con la audacia propia de los santos! Desde el primer grupo de hermanas, que con el espíritu de pioneras han seguido la intuición de aquella a quien el Cardenal Merry del Val definía como “La mujer más extraordinaria de Roma”, hoy las Brigidinas extendidas por el mundo viven intensamente los valores de la vida consagrada, en la contemplación y la adoración Eucarística, la interiorización de la Palabra de Dios, la solemne celebración de la Liturgia de las Horas y la actividad apostólica síntesis del carismas de Santa Brígida y de la Santa Madre Isabel. El antiguo lema “Amor Meus Crucifixus est” Mi Amor está crucificado, alienta la vida de la religiosa brigidina cada día, sea al momento de dar hospitalidad a los huéspedes como en el momento de estudio, de oración y de trabajo.